sábado, 24 de enero de 2015

DIEGO ÁLVAREZ MIGUEL



Mencionado por:
Miguel Floriano


Menciona a:
Saúl Fernández
Fernando Martínez Lavandera
Xaime Martínez
Miguel Floriano
Elvira Sastre
Luis Álvarez Acebal
Paula Bozalongo






Bio- Bibliografía


Diego Álvarez Miguel (Oviedo, 1990) es ingeniero de telecomunicaciones. Previo paso por los concursos del colegio y del instituto, en 2008 le concedieron el premio Dafne de poesía por su pieza ''Hoy, como todos los días''. Ha publicado, junto con su amigo y también poeta Xaime Martínez, el libro de relatos Los mil cuentos de Marcelino Tongo, que mereció el II Premio de Narrativa de la Universidad de Oviedo, además de los libros de poemas Un día, tres otoños (2012, Premio Gloria Fuertes de poesía joven) y Lugares últimos (2014, IV Premio de Poesía Universidad de Oviedo). Ha colaborado en Anáfora, revista literaria coordinada por los poetas asturianos Cristian David López y Pablo Nuñez, y en distintas plataformas literarias. También es miembro fundador del Patarrealismo Salvaje, una curia secreta que aglutina a varios poetas y narradores ovetenses. Actualmente reside en Madrid.



Poética


[...] Pero de pronto... de pronto asomó por las escaleras el verbo, la rima, el endecasílabo. Asomó la anhelada poesía mascando chicle, escuchando (esto aún no lo he confirmado) Blue in Green de Miles Davis. Putain, dijo Paul Eluard dejando caer su mundo, azul como una naranja, y un cigarrillo sobre sus dorados mocasines. Merde, estalló un parco Neruda sacudiéndose los hombros blancos y amoldando de nuevo su sombrero blanco. Elle vient, elle vient, decía Jaques Prévert ajustándose los precios y atusándose la voz. La poésie, le verbe, la rime, una temporada en el infierno, por ahí venía, directa al lugar donde yo en un ataque de nervios me había escondido, justo detrás de las obras completas de un delgadito Mallarmé. [...]


Poemas


ARGENTINA

Después de conocernos
conocimos Buenos Aires.

Hasta entonces, nunca había pensado
en la literalidad de fundirse,
en mi piel derramada por tus pliegues
cuando el día se terciaba rojo en la Patagonia
y no quedaba agua para ninguno de los dos.

Con los dedos incendiados seguías
calcinando los bosques de Palermo
hasta que no nos quedó cuerpo que mudar,
ni ciudad, ni pueblo que prender.

Se puso, a la manera del sol,
América en tu pelo recogido,
y no nos quedó más por conocer
que ese cuerpo vago que amasas
y que no es el mío.

                                    Ahora,
después de todo el amor que levantamos
como quien levanta una ciudad,
te oigo decir con la boca aún por arder,
al oído de ese hombre que no soy yo,
de ese hombre que no te ama como te quise,
que no conoces Argentina.

(De Un día, tres otoños)

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EL TEMBLOR

Vienes solo a pedirme algo, cualquier
cosa, que te haga temblar, pero
yo no sé hacer nada. Si acaso puedo
sacar cierto sentido de algunas cosas
por el procedimiento de buscar
palabras precisas, órdenes fijos.
Ya lo ves, solo cosas que no tienen
un fin ni valen para mucho más
que arrancar sin fortuna buenas flores.
Sin embargo, es a mí a quien no dudas
en pedirme que te haga temblar,
a mí, que solo sé temblar de miedo.

(De Lugares últimos)


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