viernes, 31 de julio de 2015

MARTHA ASUNCIÓN ALONSO


Mencionada por:
Rodrigo Olay



Menciona a:
Laura Casielles
Alba González Sanz
Miriam Reyes
Isabel Bono
Carmen Juan
Martín Bezanilla
Adela Sainz Abascal




Bio-bibliografía

Martha Asunción Alonso (Madrid, 1986) es licenciada en Filología Francesa y titular de un máster en Historia del Arte. Como docente en secundaria y en la universidad, ha residido en diferentes destinos de la Francia hexagonal, la Francia de ultramar y el Canadá francófono.

Su poesía ha recibido distinciones como el VII Premio de Poesía Joven de RNE, el Premio Adonáis o el Premio Nacional de Poesía Joven ''Miguel Hernández'', otorgado por el Ministerio de Cultura. Es autora de los libros de poemas Wendy (Pre-Textos, 2015), Skinny Cap (Libros de la Herida, 2014), La soledad criolla (RIALP, 2013) o Detener la primavera (Hiperión, 2011), entre otros.


Poética

GAJOS DEL OFICIO (fragmento) #ArsPoetica

(…)

Me invitaron a hablarles de literatura a alumnos conflictivos de un centro de educación compensatoria. Me propuse convencer a aquella legión de mascachicles con auriculares de que escribir servía para volvernos más fuertes, para echar menos de menos, para no olvidar (o bien para fabricarnos recuerdos mejores), para hacernos perdonar (y perdonar), para querer mejor de lo que a veces queremos, para enamorar… Servía, vamos. Cuando llegó el turno de preguntas, lo cierto es que me hicieron muchas, todas muy interesantes: si tenía Tuenti, si quería cacho, si fumaba porros y si era bollera.

(De Wendy)


Poemas

MUTACIONES POÉTICAS

En mi familia no hay poetas.

Pero mi abuelo Gregorio,
cuando regaba el huerto en Belinchón,
se quedó tantas tardes
velando las acequias, murmurando:
No bebemos
el agua: es ella quien nos bebe.
El agua
es
la mujer.

No, en mi familia no hay poetas.

Pero una vez, muy niña, encontré cáscaras
de huevo azul
a los pies del almendruco.
Se las mostré a mi padre y mi padre, silencioso,
me enseñó a hacerles un nido
con ramaje; 
y me enseñó por qué: hay pedazos de vida
que son
sueños enteros. 

En mi familia, os digo, no hay poetas.

Pero cuando mi bisabuela
Asunción
contempló por vez primera el mar
-la primera y la única-,
me cuentan que se quedó muy seria, muy callada,
durante un ancho rato, hasta que dijo:  
Gracias
por
los ojos.

No sé de dónde salgo. En mi familia
no hay poetas
malos.


(De Wendy)

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NANTES

La belleza nos iba pisando los talones,
pero éramos fuertes:
ese don de sufrir lo innecesario.

Nantes. O diciembre, que llegó justo a tiempo. 
Yo le rezaba al Loira,
yo le pedí el coraje de no rozar tus alas.
Dicen que aquel invierno fue el peor
del último siglo, los más ancianos
jamás habían visto
tanta nieve. Y que una mariposa
muere si la acaricias.

Hubo también plazas felices,
tardes como un milagro de sábanas al sol,
brindis con el mar dentro.
Y la isla. Cómo voy a olvidarme de la isla,
tu cuerpo, las gaviotas,
hermosísimo error. Y el polvo azul. 

Nantes, o el deshielo.

O cómo la ternura
nos acabó pisando el corazón.


(De La soledad criolla)

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NOSTALGIAR

Plataneros meciendo el corazón,
duendecillos de mimbre en las estufas
y el abuelo que vuelve de la mina
con pan de pajarines y meruéndanos rojos
(rojos eran tus labios cuando pescabas nubes,
de niño, por las Veigas).

Nostalgiar.

Crepitar de mazorcas en el horno.
Otoño en cucuruchos de papel.

Esta niña no sabes el padrenuestro,
ni la tabla del cinco,
ni estar sola.

El príncipe soltero del desván invisible.
Manchas chinas de aceite sobre papel de estraza.

Nostalgiar.

Quiero, abuela, hojaldres y una gripe,
cachorros callejeros a los pies de mi cama:
volver, lavarme el corazón con manzanilla.

Esta niña no sabe estar con nadie,
salirse de los cuadros del salón,
dibujar un sombrero… ni una boa.


(De Detener la primavera


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