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Miguel Floriano
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Diego Álvarez Miguel
Adriana Bañares
Javier Temprado
Bio-Bibliografía
Raquel Vázquez (Lugo, 1990) estudió
Filología Hispánica en la Universidad de Santiago de Compostela. Ha publicado
los libros de poemas Por el envés del tiempo (Premio Poeta Juan Calderón
Matador, 2011), Pinacoteca de los sueños rotos (2012), Luna turbia
(Premio de Poesía Joven Gloria Fuertes, 2013), Lied de lluvia para una piel
ausente (Premio de Poesía Granajoven, 2014) y Si el neón no basta (Siltolá, 2015). En narrativa, ha sido ganadora de varios concursos de microrrelatos, además
de aparecer en diversas antologías de este género breve, entre ellas PervertiDos
(2012). En 2015 publicará su primer libro de cuentos, La ocarina del tiempo
(Editorial Trifolium). Durante este
curso disfruta de una beca de residencia en la Fundación Antonio Gala para
jóvenes creadores. Tiene un blog personal, Niebla
eterna, y colabora en Documenta
minima.
Poética
Poesía como
indagación, como horizonte, como unos ojos restaurados hacia el mundo; poesía
como ancla de lo que somos y como la libertad de seguir siéndolo; poesía como cristal
que hiere y que al fin proyecta algo de luz para salvarnos; poesía como vínculo
con el otro, poesía como abrazo tallado en la palabra; poesía como trinchera,
como refugio, como viaje y como vuelta a casa.
Poemas
LA MUJER
AUSENTE [Yves Tanguy]
Intento
reinventarte
con bloques de
recuerdo
pero esa sombra
tan
fría
no puede
pertenecerte
así que trataré
de no pensar en ti para que
cuando vuelvas
encuentres tu
rincón en mi memoria
exactamente
igual que lo dejaste.
(De Pinacoteca de los sueños rotos)
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CODEX [Radiohead]
Deslízame tu
mano en la trinchera
y déjame
llevarte,
o al menos que
Thom Yorke limpie tus botas.
No es un viaje
imposible,
lo saben las
libélulas y el túnel
que horadaron
en ti, sin que supieras
abrigarlo en
una cesta en el Nilo.
¿Magia? La única
magia es la muralla,
sus años como
siglos sosteniéndola.
Sí, es verdad
que los muros
terminan
derrumbándose.
Pero sólo al
igual que hacen los sueños.
Quizá tengamos
que cerrar los ojos
para abrir,
diseccionar las arañas
del miedo:
suficientes cadáveres, ¿no crees?
Y si lo
intentas sé que puedes refundir
las balas en
disparos de horizonte,
dibujar nuestra
historia sobre la piel del lago,
donde la única
herida
sea apenas el
tiempo que ardió con tanta duda,
donde pueda
perderse la memoria
salvo la justa
para saber reconocernos.
Y no temas:
allí el agua no va a juzgarnos.
Sin relojes que
rompan nuestra lluvia
el códice es
cristal y nos refleja,
y la tinta, una
red frente al abismo.
Dame la mano, y
aunque
tu salto pierda
luz y llegue tarde, yo
seré el pájaro
que te escriba mientras duermes.
(De Luna turbia)
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